A lo largo de este ańo se ha ido
leyendo en los domingos ordinarios el primer evangelio y esto nos ha
permitido conocer mejor la fuerza poderosa de la enseńanza de Jesús sobre
el Reino de Dios. El dicho de Jesús en Mt 11,5 recoge un sumario de su
actividad como respuesta a la embajada de los discípulos de Juan Bautista
que preguntaban por la identidad de Jesús: Y respondiendo Jesús les dijo:
Marchaos y contad a Juan lo que estáis oyendo y viendo: los ciegos ven,
los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos
resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia (Mt 11,5 ).
Esta respuesta de Jesús remite a las
obras ya realizadas por él así como a su predicación. "Lo que estáis
viendo y oyendo" es una llamada a captar el sentido de lo que hasta ahora
ha sido en el primer evangelio la actividad mesiánica de Jesús, a saber,
el anuncio del mensaje gozoso de la Buena Noticia sobre el Reino de Dios y
su justicia, cuyos destinatarios primeros son los pobres, los indigentes y
los que sufren (Mt 5-7), y las obras prodigiosas del Mesías cuya
misericordia se ha manifestado con los enfermos, los excluidos, los
marginados y los leprosos (Mt 8-9). Las cinco obras referidas en la
respuesta de Jesús corresponden a hechos realizados por él y narrados en
el primer evangelio. Los ciegos ven (Mt 9,27-31), los cojos andan (Mt
15,30-31), los leprosos quedan limpios (Mt 8,1-4), los sordos oyen (Mt
9,32-34), los muertos resucitan (Mt 9,18-26). Destaca, sin embargo, la
actuación conclusiva de Jesús: Los pobres son evangelizados. Tanto en
Mateo como en Lucas el acento de las palabras de Jesús recae sobre esta
última afirmación destinada a los pobres. De este modo los evangelistas
indican que las obras del Mesías (cf. Mt 11,2) realizadas y enumeradas por
Jesús no se han de interpretar solamente como milagros de un simple
profeta, sino como signos del carácter mesiánico de buena noticia que
acontece con la presencia y la palabra de Jesús. La primera parte del
evangelio culmina con el reconocimiento de Jesús como Mesías por parte de
Pedro, pero éste no termina de comprender el modo en que Jesús entiende su
identidad mesiánica.
La segunda parte del evangelio, cuyo
comienzo se lee en la Iglesia este domingo (Mt 16,21-27), introduce un
mensaje totalmente nuevo en la predicación de Jesús. Se trata del primer
anuncio de la pasión, mediante el cual se reorienta el contenido de la
predicación y de la actuación del Seńor. El tema dominante a partir de
ahora en el evangelio gira en torno a su destino personal, un destino
marcado por el sufrimiento, vivido como entrega de la vida hasta su
ejecución en la cruz y orientado a la resurrección. Una vez más reaparece
la incomprensión de Pedro de este destino paradójico del Hijo de Dios. Por
eso Jesús no duda en llamar "Satanás" al intrépido fanfarrón cuando éste
se desvía de los planes de Dios y plantea a sus discípulos la radicalidad
del seguimiento: "El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo,
que cargue con su cruz y me siga".
Ser discípulo de Jesús implica, por
tanto, la comunión de vida y de destino con Jesús. Negarse a sí mismo es
renunciar a todo tipo de ambición y anhelo personal, es dejarse
transformar por la renovación de la mente, no amoldándose ni acomodándose
a los criterios de este mundo, para entregarse por entero a ser testigos
del amor sin medida de Dios. Ser discípulo de Jesús es elegir el camino de
la pobreza por amor a los pobres, es resistir en la fidelidad aguantando
los sufrimientos, las persecuciones y los desprecios que normalmente
conlleva el anuncio del Reino de Dios en la forma en que lo encarnó Jesús.
José Cervantes Gabarrón,
sacerdote y profesor de Sagrada Escritura,
director de la revista "Reseńa Bíblica"