En las costas levantinas se prevé
para este domingo mal tiempo, con bajada brusca de las temperaturas,
inestabilidad atmosférica, lluvias y tormentas fuertes. Probablemente
hasta las cariñosas del Mediterráneo levantarán sus crestas agitadas por
el viento y dificultarán el baño saludable de sus veraneantes. Ojalá me
equivoque y no sea así, pero parece que esto es lo previsto por los
meteorólogos para este fin de semana.
En todo caso puede servir este tiempo hostil anunciado para reflexionar
sobre el evangelio del domingo, pues también allí el mar es símbolo de
hostilidad, de vientos en contra y de zozobra de los discípulos, que
representan a la Iglesia. El evangelista Mateo relata la travesía contra
corriente (Mt 14,22-33) reproduciendo en la historia de Jesús lo que
parece más propio de una escena de encuentro de los discípulos con el
resucitado en el entorno del mar de Galilea. Tras el milagro del reparto
de pan entre cinco mil, símbolo de la atención y satisfacción de las
multitudes necesitadas gracias a la disponibilidad y solidaridad de los
discípulos, Jesús apremia a los suyos a ir a al otra orilla del mar, es
decir, al mundo de los paganos, de los no creyentes y alejados. De noche y
en medio del mar, estando los discípulos en la barca sobreviene una
tempestad de viento contrario. La presencia irreconocible de Jesús entre
las brumas de la madrugada infunde ánimo en medio de la confusión y
valentía frente al miedo. Pero Mateo introduce en su relato la duda de
Pedro, el cual requiere más evidencias. No le bastan los signos realizados
hasta ahora por Jesús, ni el prodigio admirable de haber participado
activamente en el milagro del reparto del pan. Su deficiencia en la fe le
valió el reproche de Jesús. Pero Pedro es el reflejo vivo de la
deficiencia de la fe de la comunidad eclesial hasta incluso teniendo
delante al resucitado (Mt 28,17).
Creo que las múltiples dudas que hoy abruman y asustan a los creyentes no
debieran ahogar la voz del Señor Jesús que, en medio de la noche, sigue
llamándonos por nuestro nombre y nos dice a ti y a mí y a cada uno: ¡Ven!
La poca credibilidad de la Iglesia en los tiempos que corren va unida a la
deficiencia de fe de la Iglesia y especialmente de sus responsables. En mi
trayectoria vital he visto obispos y sacerdotes con mucho miedo. Miedo a
apechar con las exigencias ineludibles de verdad, de transparencia y de
justicia que emanan del Evangelio. Miedo a la radicalidad de vivir la
libertad del Espíritu en la confrontación con la mentira desde la denuncia
profética. Miedo a salir a la intemperie y navegar mar adentro por los
derroteros de la cultura moderna para ser en ella como la levadura en la
masa. He visto obispos y sacerdotes chantajeados y amedrentados por los
sectores económicamente poderosos de la Iglesia y de la sociedad, que se
hunden en el mar, que se se venden a cualquier postor abaratando el
mensaje del evangelio hasta llegar a desvirtuarlo. He visto responsables
de la Iglesia que no quieren ir a la otra orilla, la de los no creyentes y
alejados, la de los pobres y marginados, por estar ensimismados en sus
seguridades y preocupados por la adquisición y conservación de privilegios
o puestos de honor en la carrera eclesiástica, descuidando la dimensión
testimonial, misionera y transformadora de la Iglesia.
En este mar de dudas de la Iglesia ¡aumenta, Señor, nuestra fe! Que
podamos reconocerte a ti, escuchar tu voz y seguirte sólo a ti y sin
miedos.
José Cervantes Gabarrón,
sacerdote y profesor de Sagrada Escritura,
director de la revista "Reseña Bíblica"