Del 26 al 28 de Septiembre tendrá lugar en
Praga el 55º encuentro anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial
(BM), en el que participarán banqueros, economistas e inversores de todo el planeta con
el objetivo de proponer una liberalización completa de la economía mundial como único
instrumento viable para resolver los problemas del mundo. Sin embargo, ambos organismos se
han convertido en auténticos gendarmes de la desigualdad en el capitalismo global.
Estas instituciones, fuera de todo control
democrático, imponen sus políticas sangrantes pasando por encima de parlamentos y
gobiernos estatales y evitando el control de la sociedad civil, y constituyen en realidad
el auténtico gobierno del mundo a la sombra. Como instrumentos del gran capital, FMI y BM
han logrado abrir las economías de los países del Tercer Mundo a la voracidad del
capital transnacional, han conseguido eliminar regulaciones y derechos en el campo laboral
y medioambiental y establecer bases industriales con bajos costes de producción. El gran
capital y sus organismos institucionales son los responsables del incremento de las
desigualdades y de la expansión de la pobreza.
Con talante profético la carta de
Santiago, que estamos leyendo estos domingos en la Iglesia católica, desenmascara los
conflictos del ámbito social y comunitario, entre los cuales clama al cielo la
explotación injusta de los pobres por parte de los ricos. Merece especial atención el
gran lamento que acusa y condena dicha situación. Es, sin duda, una de las palabras más
críticas del Nuevo Testamento contra los ricos y, por consiguiente, contra el sistema
económico de desigualdad progresiva imperante en nuestro mundo actual: «Y ahora, los
ricos: llorad a gritos por las desgracias que se os vienen encima. Vuestra riqueza está
podrida y vuestros trajes se han apolillado. Vuestro oro y vuestra plata están oxidados y
su herrumbre se convertirá en testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como
fuego. ¡Habéis acumulado riquezas... en los últimos días!. Mirad, el jornal de los
obreros que segaron vuestros campos, el (jornal) que vosotros habéis retenido, está
gritando, y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor. Habéis
vivido con lujo sobre la tierra y os habéis pegado la gran vida, habéis cebado vuestros
corazones en el día de la matanza. Habéis condenado, habéis asesinado al inocente, ¿no
se os va a enfrentar Dios?.» (Sant 5,1-6).
Esto no es una exhortación a la
penitencia, sino un anuncio profético de castigo sobre los ricos (cf. Is 13,6; 15,3). Es
la perspectiva del juicio último ante el único juez y legislador. Como en una visión
profética se contempla el final negativo de las riquezas acumuladas. Entonces el oro y la
plata testimoniarán contra los ricos. No solamente se aborda el problema de la
acumulación de riqueza, sino la explotación de los pobres trabajadores por parte de los
ricos como fundamento de la misma. Los oprimidos claman al cielo y la causa es el salario
injusto (cf. Dt 24,14; Eclo 34,14-26), pero Dios, justo juez, escucha el grito del pobre y
las súplicas del oprimido. Las palabras acusan duramente a los ricos porque su lujo y su
gran vida suponen la condena y el asesinato del inocente.
Con esta perspectiva tiene pleno sentido
que los creyentes nos manifestemos abiertamente contra la globalización económica y
contra sus gendarmes, el FMI y el BM.