El Banco Mundial tenía previsto celebrar
en Barcelona durante la pasada semana una conferencia sobre desarrollo económico. El
Banco Mundial es una institución pública internacional, en manos de las grandes
potencias, al servicio de las empresas transnacionales y del capital financiero, pagada
por los impuestos de los países enriquecidos y por los intereses abusivos de la deuda
externa de los empobrecidos del mundo.
La violencia, a veces encubierta o
disimulada, pero siempre patente, que esta institución del poder económico genera se
manifiesta en múltiples formas de explotación y de esclavitud, en el hambre y la
miseria, en los numerosos conflictos armados de distintas regiones del planeta, en la
persecución y exclusión legalizada de los inmigrantes, en el aumento de la desigualdad
social, en la reducción generalizada de los derechos laborales y en el incremento del
trabajo precario. La reacción ciudadana ante estos macrofenómenos de clamorosa
injusticia social ha ido suscitando a escala internacional un movimiento contra la
globalización capitalista, el cual pretende crear resistencias ante dichos procesos y
denunciar la perversidad del sistema, generando así una concienciación crítica de la
ciudadanía que sea capaz de gestar un mundo basado en el control democrático de los
bienes y en la solidaridad entre pueblos y entre personas.
Esto es lo que han pretendido hacer hasta
ahora las distintas movilizaciones de Seattle, Bangkok, Praga, Göteborg y Barcelona. Esto
mismo es lo que se pretendía hacer en Murcia la noche del pasado 23 de Junio en el
Jardín de la Seda con la «quema simbólica» del Banco Mundial en la Hoguera
lúdico-festiva de San Juan prevista por la Red Murciana contra la Europa del Capital.
Como la autoridad municipal correspondiente no lo permitió, según parece para que no se
estropeara el pavimento ni los árboles del bosque, a los críticos pacifistas murcianos
se les aguó la hoguera en la Seda, pero no se les apagó la chispa que les permite seguir
propugnando la resistencia solidaria contra la globalización capitalista.
No sé bien si la represión de la libertad
y el sofoco de cualquier chispa que atente contra el sistema económico, social o
religioso, es algo intrínseco al poder, pero hasta el mismo san Pedro lo sufrió en su
cuerpo. Hoy lo cuenta el texto lucano de los Hechos de los Apóstoles (Hch 12,1-12). El
rey Herodes, después de degollar a Santiago, para agradar a los judíos metió en la
cárcel a Pedro. El motivo real del encarcelamiento fue la conversión vivida, al fin, por
el primero de los apóstoles, el cual tras la adhesión a la fe cristiana de Cornelio, un
pagano, reconoce que Dios no hace distinción de personas y acepta al que practica la
justicia sea de la nación que sea (cf. Hch 10,34). La acogida a los paganos sin
imponerles la circuncisión prescrita a los judíos suponía atentar contra una norma
esencial del sistema religioso. La liberación de Pedro saliendo de la cárcel por la
intervención prodigiosa del ángel de Dios en la semana de pascua evoca literaria y
teológicamente las noches de la historia en las que Dios ha conducido a la libertad a
pueblos y personas.
En las noches de esta tierra encadenada los
poderes de este mundo no podrán sofocar la chispa que ha prendido en el corazón de los
que trabajan por la paz y la justicia.
José Cervantes Gabarrón,
sacerdote y profesor de Sagrada Escritura,
director de la revista "Reseña Bíblica"