El evangelista Marcos es el primero en
hacer una recopilación amplia de diferentes relatos y tradiciones orales o escritas sobre
los hechos y enseńanzas de Jesús que culminaron con su muerte en la cruz. Unos cuarenta
ańos después del acontecimiento trascendental de la resurrección de Cristo, se compuso
esta primera obra de las cuatro que posteriormente se denominan «evangelios». Una
muestra de esa tarea redaccional y creativa del evangelista es el texto que hoy proclama
la iglesia católica (Mc 10, 17-31) y en el cual se pueden distinguir fácilmente tres
partes: un rico religioso y cumplidor que quiere ganarse la vida eterna (Mc 10, 17-22), la
constatación, por parte de Jesús, de la dificultad de los ricos para entrar en el Reino
de Dios (Mc 10, 23-27), y las consecuencias de convertirse en auténticos discípulos de
Jesús (Mc 10, 28-31). El hilo conductor de esta composición de escenas originariamene
distintas es el tema del seguimiento. La invitación de Jesús a seguirle para entrar en
la dinámica del Reino de Dios, como propuesta alternativa a los sistemas de valores
vigentes en su época y en la nuestra, es una llamada cuya radicalidad reclama nuestra
atención.
La radicalidad de la propuesta de Jesús
afecta, en primer lugar, a la concepción de la vida religiosa, mostrando las
consecuencias de una existencia centrada realmente en Dios, el único bueno y todopoderoso
por excelencia. En el diálogo con el rico queda de manifiesto, desde la perspectiva de
Jesús, la insuficiencia de toda religiosidad limitada al cumplimiento de los mandamientos
y legitimada por las tradiciones recibidas del pasado, pero incapaz de corresponder a la
novedad inédita de Jesús, que reclama la concentración de la vida en Dios y sólo en
Dios como único Seńor, la renuncia al dinero y el seguimiento de su persona.
Igualmente radical es también la
proyección social de la conversión que Jesús pide. La conversión requiere un cambio de
mentalidad que permita orientar la mirada hacia los más pobres de esta tierra, hasta
convertirlos en los beneficiarios primeros de los bienes de que disponemos. La renuncia a
los propios bienes en favor de los indigentes es condición ineludible para el
seguimiento. Tras la retirada del rico que rechazó la invitación de Jesús, éste
constata y reitera la enorme dificultad de los ricos y opulentos para entrar en el Reino
de Dios y acoger afectiva y efectivamente el mensaje del Evangelio. La propuesta radical
de Jesús supone una ruptura personal con el dinero y con el sistema de vida y de valores
que éste configura. Mediante la donación de los bienes a los pobres la renuncia al
dinero se convierte en algo irreversible y definitivo. De este modo los seguidores de
Jesús se identifican con su maestro, se convierten también en pobres y entran plenamente
en el dinamismo del Reinado de Dios.
El próximo domingo, día del Domund, la
Iglesia celebra que la llamada a convertirse en verdaderos testigos de la fe por la causa
de Jesús y por el Evangelio ha calado profundamente en miles de hombres y mujeres,
misioneros y misioneras. Son personas cuyas vidas han cambiado de rumbo, pues habiendo
centrado su vida en Dios y por la causa de los pobres, han renunciado a todo tipo de
bienes, al dinero y a la familia para ir transformando esta tierra en un hogar de
fraternidad en torno al único Padre. Todos ellos, por su entrega total de la vida y
frecuentemente sufriendo persecuciones, son un signo vivo del Reinado de Dios en nuestro
mundo y un estímulo para que todos nos tomemos en serio la radicalidad del Evangelio.