"¡El príncipe se casa!"
La Verdad, 13 de Octubre de 2002

 

No crean que esto es una noticia de la prensa rosa. Es otra cosa. De la confrontación permanente de Jesús con los caciques religiosos y la casta sacerdotal dan cuenta las parábolas evangélicas sobre el Reino de Dios que en los últimos domingos se están escuchando en la Iglesia. La de hoy (Mt 22,1-14) es la de un rey que celebraba la boda de su hijo y, por medio de sus criados, avisó reiteradamente a los convidados, pero éstos no quisieron acudir y mataron incluso a los criados. El rey aniquiló a los asesinos y destruyó su ciudad. Volvió a invitar indiscriminadamente a gentes de todas partes y la sala de bodas se llenó, pero uno que no llevaba traje de boda, fue expulsado de la misma.

Es ya la tercera parábola contra las autoridades de Jerusalén. En la primera (Mt 21,28-32) éstas quedaban reflejadas en el hijo que respondía afirmativamente a la propuesta de trabajar en la viña, pero después no fue. Así quedan retratados los observantes de la religión oficial, cuya incoherencia e hipocresía es desenmascarada por Jesús, porque ellos pretenden guardar las apariencias, con devociones y rezos públicos, con mucho boato y ostentación, pero sus acciones y comportamientos no se corresponden con la voluntad de Dios y su exigencia de justicia. El juicio de Jesús al respecto es muy claro: “las prostitutas os preceden en el Reino de Dios".

En la segunda (Mt 21,33-46) los administradores de la viña maltratan y matan a los siervos del amo cuando éstos son enviados a recoger los frutos de la cosecha. Finalmente el enviado es su hijo y también es asesinado. Concluye el relato con dos referencias bíblicas alusivas a la piedra, una, del Sal 118,22 (la piedra desechada por los constructores se ha convertido en cabeza de ángulo) y otra, de Isaías 8,14 (el que caiga sobre esta piedra se estrellará). La imagen, que se refería a Jesús y a su muerte y resurrección, acentúa el carácter crítico y conflictivo de un Jesús con el que choca el poder religioso establecido.

En la tercera parábola, la de los invitados al banquete, Mateo destaca que es una fiesta de bodas. La imagen matrimonial, de raigambre bíblica, revela la relación de Alianza de Dios con su pueblo y apunta a Jesús como novio de las bodas (cf. Mt 9,15). Resulta trágico que una boda acabe en muerte por asesinato, en aniquilación y en expulsión de invitados. Pues en esto convirtieron la fiesta las autoridades de Israel. Los poderes religiosos desprecian la invitación a participar en la boda en cuanto nueva relación de Alianza con Dios. No les importa maltratar a los enviados que la anuncian ni eliminar a los profetas (Mt 23,37-39), con tal de sacar adelante sus intereses personales y sus negocios. Pero los responsables religiosos no quedarán impunes, pues no tienen derecho a tomarse la justicia por su mano ni a hacer lo que les parezca con los mensajeros del Reino de Dios.

La llamada final de la parábola es una invitación universal, a todas las gentes y en todos los caminos, para buenos y malos. En la nueva religión caben todos, pero no todo vale. Quien acepta participar en la boda debe ir adecuadamente vestido, con el traje de fiesta del Evangelio. Éste constituye la tarjeta de invitación indispensable para la boda. Sólo quienes viven de verdad el Evangelio por su amor al prójimo y mediante una fe perseverante y activa, independientemente de su procedencia, religión, nacionalidad o rango social tienen acceso a la boda del príncipe en el Reino de Dios.


José Cervantes Gabarrón,
sacerdote y profesor de Sagrada Escritura,
director de la revista "Reseña Bíblica"