"Preparad el camino del Señor"

La verdad, 5 de Diciembre de 1999

 

Con la presentación de Isaías y de Juan Bautista este domingo de Adviento proclama la esperanza mesiánica cristiana haciendo una llamada a la conversión y transmitiendo un impulso espiritual orientado a apresurar el día del Señor, el día de un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia (Is 40,1-11; 2 Pe 3,8-14; Mc 1,1-8).

En la gran obra profética y literaria que se conoce como el libro bíblico de Isaías se pueden distinguir actualmente tres fases de composición, que se corresponden con tres autores diferentes, de gran maestría artística, pero de épocas y estilos diferentes: Los 39 primeros capítulos pertenecen a Isaías I (s. VIII), los cap. 40-55 al DeuteroIsaías, en la época de la vuelta del destierro de Babilonia (s. VI), y los cap. 56-66 al TritoIsaías de la época de la restauración de Judá (s.V). Al segundo Isaías pertenecen las palabras del consuelo de Israel y la buena noticia de la restauración que hoy leemos. De ello habla también el Evangelio de Marcos refiriéndose a Juan, como la "voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor".

Juan es el precursor de Jesús, cuya llegada anuncia evocando la figura del Mesías – Esposo, a quien no es digno de soltar la correa de sus sandalias. Su comida a base de saltamontes y miel silvestre, su vestimenta de piel de camello y la correa de cuero en su cintura aluden al profeta Elías y ponen de relieve su calidad de profeta más que su espiritualidad ascética. El bautismo de Juan está vinculado a la conversión, es decir, al arrepentimiento y al cambio de mentalidad en virtud de lo que constituye el motivo principal de su predicación: la llegada inminente de Jesús. El bautismo en el río Jordán evoca también la necesidad de un nuevo éxodo que permita salir esta vez a Israel de su misma frontera religiosa, rompiendo con las mediaciones religiosas infecundas de Jerusalén, especialmente de un templo ya caduco, cuya destrucción y sustitución asumirá Jesús, el Hijo de Dios, con su muerte en la cruz.

La voz que grita en el desierto alude al lugar de la relación conyugal de Dios con su pueblo. Para vivir esa Alianza Nueva se requiere una nueva mentalidad. Por ello el Adviento nos invita a preparar y vivir la Navidad como la Alianza nupcial de Dios con la humanidad, mediante el reconocimiento de los pecados y la ruptura con las mediaciones religiosas desacreditadas por la Buena Noticia de Jesús, Mesías e Hijo de Dios. Como en Isaías se apuntaba a la realidad nueva de la vuelta del destierro, la predicación de Juan vislumbra la gran novedad de la Nueva Alianza. Pero si no hay conversión auténtica, si no se transforma nuestra mentalidad religiosa y social, si nuestra esperanza no nos lleva a apresurar con nuevas actitudes y comportamientos el futuro de justicia que esperamos, el día del Señor llegará y hará justicia según su promesa. El género literario apocalíptico de la segunda carta de Pedro suscita esta consideración, pues las catástrofes cósmicas y el fuego devorador allí descritos reflejan la necesidad de una ruptura con el tiempo presente, con los sistemas sociales y religiosos caducos, con las injusticias de la historia y con los estragos de los poderosos en esta tierra encadenada, en la que los sufrimientos de los inocentes, tantas veces olvidados, siguen gimiendo por el día de justicia que traerá consigo la paz mesiánica en la tierra nueva y en el cielo nuevo que esperamos y cuya llegada los creyentes en Cristo estamos llamados a apresurar.