"No os amoldéis a este mundo"

La Verdad, 1 de Septiembre de 2002

 

A lo largo de este ańo se ha ido leyendo en los domingos ordinarios el primer evangelio y esto nos ha permitido conocer mejor la fuerza poderosa de la enseńanza de Jesús sobre el Reino de Dios. El dicho de Jesús en Mt 11,5 recoge un sumario de su actividad como respuesta a la embajada de los discípulos de Juan Bautista que preguntaban por la identidad de Jesús: Y respondiendo Jesús les dijo: Marchaos y contad a Juan lo que estáis oyendo y viendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia (Mt 11,5 ).

Esta respuesta de Jesús remite a las obras ya realizadas por él así como a su predicación. "Lo que estáis viendo y oyendo" es una llamada a captar el sentido de lo que hasta ahora ha sido en el primer evangelio la actividad mesiánica de Jesús, a saber, el anuncio del mensaje gozoso de la Buena Noticia sobre el Reino de Dios y su justicia, cuyos destinatarios primeros son los pobres, los indigentes y los que sufren (Mt 5-7), y las obras prodigiosas del Mesías cuya misericordia se ha manifestado con los enfermos, los excluidos, los marginados y los leprosos (Mt 8-9). Las cinco obras referidas en la respuesta de Jesús corresponden a hechos realizados por él y narrados en el primer evangelio. Los ciegos ven (Mt 9,27-31), los cojos andan (Mt 15,30-31), los leprosos quedan limpios (Mt 8,1-4), los sordos oyen (Mt 9,32-34), los muertos resucitan (Mt 9,18-26). Destaca, sin embargo, la actuación conclusiva de Jesús: Los pobres son evangelizados. Tanto en Mateo como en Lucas el acento de las palabras de Jesús recae sobre esta última afirmación destinada a los pobres. De este modo los evangelistas indican que las obras del Mesías (cf. Mt 11,2) realizadas y enumeradas por Jesús no se han de interpretar solamente como milagros de un simple profeta, sino como signos del carácter mesiánico de buena noticia que acontece con la presencia y la palabra de Jesús. La primera parte del evangelio culmina con el reconocimiento de Jesús como Mesías por parte de Pedro, pero éste no termina de comprender el modo en que Jesús entiende su identidad mesiánica.

La segunda parte del evangelio, cuyo comienzo se lee en la Iglesia este domingo (Mt 16,21-27), introduce un mensaje totalmente nuevo en la predicación de Jesús. Se trata del primer anuncio de la pasión, mediante el cual se reorienta el contenido de la predicación y de la actuación del Seńor. El tema dominante a partir de ahora en el evangelio gira en torno a su destino personal, un destino marcado por el sufrimiento, vivido como entrega de la vida hasta su ejecución en la cruz y orientado a la resurrección. Una vez más reaparece la incomprensión de Pedro de este destino paradójico del Hijo de Dios. Por eso Jesús no duda en llamar "Satanás" al intrépido fanfarrón cuando éste se desvía de los planes de Dios y plantea a sus discípulos la radicalidad del seguimiento: "El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga".

Ser discípulo de Jesús implica, por tanto, la comunión de vida y de destino con Jesús. Negarse a sí mismo es renunciar a todo tipo de ambición y anhelo personal, es dejarse transformar por la renovación de la mente, no amoldándose ni acomodándose a los criterios de este mundo, para entregarse por entero a ser testigos del amor sin medida de Dios. Ser discípulo de Jesús es elegir el camino de la pobreza por amor a los pobres, es resistir en la fidelidad aguantando los sufrimientos, las persecuciones y los desprecios que normalmente conlleva el anuncio del Reino de Dios en la forma en que lo encarnó Jesús.


José Cervantes Gabarrón,
sacerdote y profesor de Sagrada Escritura,
director de la revista "Reseńa Bíblica"