El pasado jueves la prensa
nacional ofrecía la noticia sorprendente del nacimiento de una niña en
medio del mar cuando su madre subsahariana navegaba rumbo a las Canarias
haciendo la travesía de esa parte del Atlántico desde el continente
africano en una patera. Una patera en la que perdieron la vida algunos de
los inmigrantes que realizaban el mismo éxodo en la búsqueda arriesgada de
las islas afortunadas. Muerte y vida en la misma embarcación.
Y en la frontera del océano que
separa ambos mundos, el de la muerte y el de la vida, una madre preñada de
esperanzas rompe aguas, desafiando a la turbulencia de las otras aguas,
abriendo paso a la vida de la hija de sus entrañas. Es el camino de la
liberación de los pobres de la tierra, de los pobres inmigrantes. Un
camino de dolor, de angustia y de lucha, pero guiado por la fuerza
imperiosa de la vida, que impulsada por el amor inmenso de la madre sólo
se nutre de esperanza, capaz de superar todo tipo de adversidades.
Esa niña y su madre se abrieron paso
por la mar. Pero superaron sólo la primera de las grandes barreras para
poder vivir con dignidad. Llegaron a tierra firme pero su estabilidad se
tambalea por llegar a tierra española donde está vigente una ley de
extranjería que declara ilegales a las personas inmigrantes y sin papeles.
Ahora, como todos los inmigrantes económicos, tendrá que atravesar el
océano de la injusticia institucionalizada por una ley de extranjería que
las condena a no ser consideradas ciudadanas de este país y por tanto a
vivir en la exclusión. Esta niña, sin patria ni hogar, que nació en una
patera en alta mar ¿de dónde será ciudadana?
Esa ley de extranjería, al tratar a
las personas como ilegales, favorece que éstas se conviertan fácilmente en
mercancía rentable y objeto de explotación para las mafias de la
inmigración. Una ley que vulnera la declaración universal de los derechos
humanos al negarles derechos sociales fundamentales y limitar otros
derechos individuales por carecer de documentación. Para conseguir la
aceptación generalizada de esta de esta ley injusta la mayor parte de los
medios de comunicación ha orquestado una campaña presentando la
inmigración esencialmente como problema, resaltando sus aspectos humanos
negativos y suscitando la desconfianza y el miedo hacia los inmigrantes.
Es evidente que en este caldo de cultivo sigue avanzando el racismo y la
xenofobia en nuestras sociedades europeas. No es casual que en Francia la
derecha ultraconservadora y racista haya avanzado tanto.
Por eso las actividades permanentes
de concienciación social y de lucha solidaria como la caminata de la
solidaridad que hoy tiene lugar desde Molina de Segura a Murcia, y los
trabajos de organizaciones como Murcia Acoge y de movimientos sociales
como Desobedecer la ley - Convivir sin racismo y del Foro Social de la
región de Murcia en el acompañamiento de los inmigrantes, en la
vigilancia, control y seguimiento de los procesos de regularización, en la
lucha por la abolición de la vigente ley de extranjería son dignas de
elogio pues expresan la convicción profunda de que otro mundo es posible
para la niña que nació en el mar y para todos nosotros.
José Cervantes Gabarrón,
sacerdote y profesor de Sagrada Escritura,
director de la revista "Reseña Bíblica"