"Una llamada a la conversión"

La verdad, 6 de Diciembre de 1998

 

El segundo domingo de Adviento es un canto a la esperanza mesiánica y una llamada urgente a la conversión. Hoy la Escritura (Is 11,1-10; Rom 15,4-9; Mt 3,1-12) presenta dos grandes figuras del Adviento: Isaías y Juan Bautista.

El poema de Isaías suscita la esperanza en el Mesías sobre el cual reposa el Espíritu del Señor para administrar justicia, para defender al desvalido y eliminar a los que promueven la injusticia y hacen imposible la paz. La paz de su Reino se proyecta en imágenes paradisíacas de convivencia armónica entre animales domésticos y salvajes: el lobo y el cordero, la pantera y el cabrito,... y en medio un chiquillo pastoreándolos. Empieza una nueva creación.

Mateo cita a Isaías refiriéndose a Juan, como la "Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino al Señor". De Juan podemos destacar su figura profética (2 Re 1,8) y su discurso, pero lo esencial de su actividad, según Mateo, no es bautizar sino predicar anunciando la conversión y la cercanía inminente del Reinado de Dios.

Predicar en el desierto no alude principalmente a la palabra del profeta desoída por el pueblo, sino al lugar teológico que el desierto significa en la tradición profética. El desierto es el lugar de la íntima relación amorosa de Dios con su pueblo (Is 40,3, Jr 31,2; Os 2,16-25) y evoca la Alianza nupcial entre Dios y la humanidad. Para esa Nueva Alianza se requiere un cambio de mentalidad y de conducta que debe partir del reconocimiento de nuestros pecados. Ésa es la conversión.

A Juan también acuden dirigentes religiosos, los fariseos y saduceos, pero el Bautista, como Jesús después, los denuncia duramente: ¡Raza de víboras! La conversión reclama frutos y obras e implica una aceptación personal de Dios y del Mesías que viene. Refugiarse en falsas seguridades religiosas no vale. Los religiosos de la época recurrían a su pertenencia a la estirpe de Abrahán. Hoy se suele legitimar la religiosidad por la vinculación a cualquier grupo o actividad, aunque éstos sólo tengan de religioso la apariencia. Pero si no hay frutos, si no hay conversión, todo lo demás sirve de poco. La salvación no está garantizada por el rito del bautismo, ni por ningún otro rito, sino con la conversión. De ahí que ésta sea urgente... pues el hacha ya está en el árbol para cortar por lo sano ... porque en la Nueva Alianza no todo vale.

Creo que actualmente está quedando en un segundo plano de la reflexión cristiana la función discriminatoria de la llegada del Mesías-juez. Sin embargo, el Mesías que vino y que vendrá somete a un juicio la realidad de la vida humana para separar el trigo de la paja y para cortar el árbol estéril. Cuando se acerca la Navidad es bueno considerar este aspecto del mesías rey y juez, para que revisemos nuestra vida, nuestra ética y nuestra conducta, enjuiciándolas desde el Espíritu de sabiduría y de valor que caracteriza al Mesías como juez, cuya fuerza es la palabra que defiende con justicia al desamparado, con equidad al pobre, y que eliminará al violento y al malvado.

La verdad última que juzga a toda persona y que sin duda saldrá a la luz implantando la justicia mesiánica es el sufrimiento de todas las víctimas de esta historia injusta y la indigencia de los pobres de este mundo. Por ello, cada paso que demos hacia la clarificación de esta verdad, desde el ámbito del derecho internacional hasta cualquier logro de justicia en un ámbito local, será un canto de Adviento al Mesías que viene y que vendrá. La justicia triunfará y entonces traerá la paz. Por eso la esperanza de los desheredados y de los pobres es que serán defendidos con justicia. Porque viene un hombre con el Espíritu del Señor, y su Reinado está muy cerca.