"Una invasión injusta"

La Verdad, 30 de Marzo de 2003

 
 
Desde el pasado día veinte las fuerzas armadas angloestadounidenses están invadiendo Irak y asediando sus ciudades. Lo hacen por orden de Bush y Blair y con el apoyo explícito del gobierno conservador de esta España nuestra. La violencia de la ofensiva militar deja una huella terrible de ruinas, calamidades y miseria. Las bombas, los misiles y los cañonazos han destruido ya edificios importantes de la administración y de los medios de comunicación irakíes. Todo eso es lamentable pero se podrá reconstruir. Pero lo que no tiene arreglo ni solución es la muerte de los centenares de personas que han sido y siguen siendo víctimas de esta invasión imperialista. Muchos de los muertos son civiles, entre ellos los que se contabilizan bastantes niños y mujeres. Sus vidas son pérdidas irreparables provocadas por la sinrazón de tres iluminados que han decidido arbitrariamente que el mundo es suyo y que quieren conquistar el control geopolítico de aquella zona de Oriente Medio.

Esto es una injusticia clamorosa pues atentar contra la vida y la dignidad de un pueblo inocente bajo el pretexto de derrocar al tirano Sadam Husein es, en todo caso, una medida desproporcionada respecto al fin que pretende conseguir. Desde el punto de vista moral se podría comprender la muerte del tirano. Todo el mundo sabe que hoy existen medios a disposición de los magnates del planeta para eliminar a S. Husein del panorama político si es que éste fuera el objetivo real de los aliados. Pero los intereses son probablemente otros. Ni siquiera el botín económico que se pueda derivar de una conquista de Irak, de sus pozos de petróleo y del desarrollo de la industria armamentística que supone esta ofensiva militar, es el objetivo primordial de la misma, sino la obtención de una hegemonía en la zona que permita proclamar ante el mundo la soberanía todopoderosa de EE.UU. La cuestión es el poder por el poder, con sus logros económicos, por supuesto. Realmente a estos tipos les importan poco los muertos que traerá consigo la guerra que ellos han entablado.

En este contexto trágico del mundo las voces se alzan insistentemente en todas las ciudades del planeta, las manifestaciones contra la guerra se llevan a cabo a través de múltiples expresiones de rechazo en las calles y plazas del mundo. A pesar de ello la guerra continúa.

Los responsables políticos de la invasión injusta de Irak no quieren oír el mensaje de la opinión pública mundial dominante en contra de la guerra ni siquiera el mensaje firme, contundente y dolorido de Juan Pablo II, el cual también ha denunciado la injusticia e ilegalidad de este ataque.

Los cristianos entendemos el tiempo de la cuaresma como un tiempo de conversión. Puesto que los dirigentes políticos responsables de esta guerra aparecen ante el mundo como creyentes de las tradiciones cristianas sólo nos queda el recurso a la palabra del Evangelio para exigirles que paren la guerra, pues en él Jesús proclama dichosos a los que trabajan por la paz (Mt 5,9) y en el quinto precepto se prohíbe dar muerte a otro ser humano (Éx 20,13).

No sé si el presidente del gobierno irá hoy a misa, pero si lo hiciera me pregunto qué sentirá al oír en la carta a los cristianos de Éfeso: "Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él determinó practicásemos" (Ef 2,10). A lo mejor entonces hará una oración por la paz en Irak y se le tranquilizará la conciencia.  

José Cervantes Gabarrón,
sacerdote y profesor de Sagrada Escritura,
director de la revista "Reseña Bíblica"