"Cuando la religión es sólo fachada"

La Verdad, 3 de Noviembre de 2002

 

El último discurso de Jesús en el Evangelio de San Mateo es el sermón escatológico, abarca los capítulos 23 y 24 y va precedido de una larga sección introductoria (Mt 23) dedicada a la crítica de los movimientos religiosos de su época y de sus dirigentes. Éstos habían desvirtuado la religión convirtiéndola en un instrumento de manipulación del pueblo, de explotación económica de la gente, de ritualismo cultual y de ostentación social.

Jesús había reprochado anteriormente a los escribas y fariseos su interpretación formalista y legalista de la ley y había criticado su puritanismo doctrinal (Mt 15,1-20). En el Evangelio de este domingo (Mt 23,1-12) Jesús desenmascara sus acciones infectadas de exterioridad y de pretensiones de grandeza. Su ostentación se ponía de manifiesto al agrandar las filacterias y las borlas de los vestidos para hacer notorio que ellos eran cumplidores estrictos de las normas religiosas. Las filacterias eran cajitas que contenían algunos textos de la ley y que, a modo de amuletos, los judíos se colocaban en el brazo izquierdo y en la frente. Las borlas recordaban los mandamientos de Dios. Esto permitía a quienes las llevaban exhibirse ante los demás haciendo alarde de religiosos.

Jesús rechaza una vez más la disociación entre la doctrina de los dirigentes religiosos y sus comportamientos, pone de relieve la falta de coherencia entre lo que predican y lo que hacen y denuncia abiertamente el exhibicionismo hipócrita de los que se sirven de los medios, instrumentos y símbolos religiosos para explotar a la gente, dominar al pueblo y sacar provecho económico de su status. La doble vida en la que se mueven es motivo de acusación directa por parte de Jesús y de advertencia a la multitud para tener cuidado con este tipo de gente controladora de lo religioso y prepotente en su conducta arrogante y de despecho hacia los demás.

Cuando en nuestros templos católicos se oyen discursos anacrónicos y muy lejanos del espíritu evangélico que resaltan a bombo y platillo las arrogancias y grandezas de los ilustres e ilustrísimos, reverendos y reverendísimos, se pone de manifiesto que no estamos en la comunidad fraterna del Mesías que nos orienta hacia el único Padre de la familia humana. La palabrería vacua y rimbombante con que se llenan nuestras iglesias ha desplazado al Evangelio e impide que la Iglesia se transforme en aquello que ciertamente quería su Señor: una comunidad viva de amor, donde la fraternidad y la igualdad de trato, así como el servicio humilde a los otros y especialmente a los más necesitados, fueran la carta de presentación de la misma ante el mundo como un movimiento social alternativo, capaz de testimoniar, con la fuerza del Espíritu, la cercanía del Reino de Dios.

Frente a la creación y consolidación de relaciones verticales en la Iglesia, Jesús sostiene la exigencia de una relación fraterna e igualitaria en el interior de la comunidad. El motivo para rechazar roles y tratamientos de preeminencia sobre los demás en el interior de la misma no es sólo la vinculación a Jesús como Señor sino la relación de fraternidad entre los creyentes.


José Cervantes Gabarrón,
sacerdote y profesor de Sagrada Escritura,
director de la revista "Reseña Bíblica"