"Evangelio y ley de extranjería"

La verdad, 28 de Enero de 2001

 

El martes pasado entró en vigor la ley de extranjería aprobada por el gobierno español en esta nueva legislatura. Se trata de una ley que recorta sobremanera los derechos de los inmigrantes no regularizados, pues a éstos no se les reconocen derechos humanos fundamentales como son el de reunión, asociación, sindicación y huelga. Al mismo tiempo la ley exige un periodo de cinco años (antes eran sólo dos) de permanencia continuada en España para poder obtener el permiso de residencia permanente. Asimismo la ley posibilita la expulsión por procedimiento preferente, en un plazo de cuarenta y ocho horas, a quienes carezcan de permiso de residencia, lo tengan caducado o estén trabajando sin autorización.

Estas medidas afectan, sólo en la región de Murcia, en este momento a unas 15.000 personas. Esto ha provocado diferentes reacciones de protesta contra la entrada en vigor de dicha ley. Los múltiples encierros de inmigrantes y las manifestaciones de apoyo en defensa de todos sus derechos ponen de manifiesto la gravedad del tratamiento discriminatorio que están sufriendo los inmigrantes.

Casi seguro que la mayor parte de los políticos conservadores que han promulgado esta ley de extranjería discrimatoria de los inmigrantes y promotora de desigualdades aún mayores entre los mismos pobres, no tendrá hoy la oportunidad de oír el mensaje del Evangelio que supuso, según Lucas, el primer conflicto de Jesús con los de su tierra. Desde su primera intervención pública en Nazaret (Lc 4,16-30), Jesús se gana las iras de sus paisanos por defender en primerísimo lugar la causa de los pobres y oprimidos, de los desamparados y de los excluidos.

Tras escuchar la proclamación del año de gracia del Señor con el marcado sentido liberador que Jesús concede a las palabras de Is 61,1-2, lo que no podían imaginar aquellos nazarenos es que Jesús les pusiera como ejemplo de acogida del favor divino precisamente a dos extranjeros: la pobre viuda de Sarepta en el territorio de Sidón (1 Re 17,9) y Naamán el sirio leproso (2 Re 5,15). Jesús sorprende a los nazarenos al demostrarles que los destinatarios de la liberación no son ellos por pertenecer al pueblo de Israel, sino todos los necesitados, oprimidos y excluidos independientemente de su credo religioso y de su identidad cultural o étnica.

También los cristianos, tras haber celebrado el año jubilar, debemos orientar nuestra atención hacia los más pobres y excluidos, entre los cuales se encuentran los extranjeros inmigrantes entre nosotros. La Biblia, en sus tradiciones legales originarias, el código de la alianza del libro del Éxodo, el código del Deuteronomio y la ley de santidad del Levítico, articula y desarrolla una legislación genuina sobre el inmigrante, el cual es siempre beneficiario de las medidas de protección social recogidas en las leyes de la sociedad israelita ya desde el siglo IX a. C. En esas leyes, que revelan el proyecto de Dios sobre la convivencia humana en la justicia, el inmigrante tiene todos y los mismos derechos que el nativo (Lv 19,33-34; Éx 22,20; Dt 10,19; Nm 15,15). Con la Biblia como fuente de inspiración de las leyes sociales y con la proyección universal de liberación y de justicia del mensaje de Jesús, la ley de extranjería vigente no se puede sostener, pues todos los inmigrantes, con documentos o sin ellos, son legales y deben tener reconocidos todos sus derechos sociales.

José Cervantes es sacerdote y profesor de Sagrada Escritura