" El Espíritu generador de perdón"

La Verdad, 19 de Mayo de 2002

 


En el día de Pentecostés la comunidad cristiana celebra la venida del Espíritu Santo sobre los testigos del acontecimiento trascendental de la historia de la humanidad, que ha tenido lugar en la persona y en el misterio de Jesús de Nazaret. Su muerte en la cruz y las causas históricas que la propiciaron así como la primicia de su resurrección de entre los muertos y el valor salvífico de la misma para todo ser humano constituyen el núcleo esencial del Evangelio y el germen de la nueva humanidad.

Los testigos de tan grandes acontecimientos recibieron de Jesús su Espíritu, su ímpetu, su aliento y su fuerza para transmitir por toda la tierra la gran noticia del evangelio, proclamando la más profunda verdad del ser humano, a saber, que todos somos hijos de Dios y, por tanto, que estamos llamados a vivir en auténtica fraternidad.

La biblia relata el misterio de la venida del Espíritu en dos versiones diferentes que hoy se leen en la Iglesia. El texto lucano de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2,1-13) lo presenta en el día de Pentecostés como una manifestación portentosa de Dios, con los elementos simbólicos del viento, del ruido y del fuego, signos de la potencia divina, que impulsa al testimonio de fe en la diversidad de lenguas. Esa misma diversidad de dones que emanan de un mismo Espíritu de amor es destacada por Pablo (1 Cor 12,1-31) poniendo de relieve el valor de la pluralidad de los miembros y funciones de la comunidad cristiana edificada por el amor. La efusión del Espíritu según el cuarto evangelio (Jn 20,19-23) se presenta de un modo más personal. Es el mismo Jesús resucitado, inconfundible por las señales propias del crucificado, el que exhala sobre los discípulos su aliento y su Espíritu, de modo que éstos sean receptores y, a la vez, testigos de la paz, de la alegría y del perdón en el mundo.

De estos grandes dones del Espíritu estoy convencido de que el perdón es la experiencia espiritual realmente regeneradora de la humanidad en todos sus ámbitos, porque es la vivencia rehabilitadora del corazón humano. Y desde esta experiencia será posible la paz y la alegría verdaderas. La paz personal de la vida interior como acción eficaz del Espíritu en cada cual nace de la vivencia profunda y permanente del perdón de Dios. La paz en la vida política es posible si se activa la petición de perdón ante el reconocimiento de las culpas y de los errores políticos cometidos. En los múltiples frentes donde la paz política es todavía una utopía, como por ejemplo en el país vasco o en el conflicto entre palestinos e israelíes, se hace necesaria la proclamación del valor político del perdón como único camino de reconciliación, que empieza necesariamente por el reconocimiento de la verdad y la solicitud de perdón por las propias culpas. Muchas heridas de las que hay abiertas en nuestro entorno y en nuestro mundo sólo podrán cicatrizar por la vía de la reconciliación.

Que el Espíritu del crucificado y resucitado avive en los cristianos la experiencia del perdón e ilumine las mentes y los corazones de los dirigentes políticos y sociales para encontrar los senderos de la reconciliación y de la paz. 

José Cervantes Gabarrón,
sacerdote y profesor de Sagrada Escritura,
director de la revista "Reseña Bíblica"