En el domingo de la Transfiguración la figura de Abrahán se presenta como modelo de fe y
      esperanza en las promesas de Dios. Desde la perspectiva de la fraternidad universal
      propuesta por Jesús y con el referente de Abrahán quiero sugerir hoy una forma concreta
      de actuación eclesial para llevar a cabo una acogida real y fraterna a los inmigrantes:
      La encina de Mambré. 
      Este nombre designa el lugar bíblico del
      encinar de Mambré, donde Abrahán, según Gn 18,1-16, acogió en su tienda a tres
      forasteros desconocidos, en quienes reconoció la presencia de Dios. Su gran hospitalidad
      fue recompensada por Dios con el don de un hijo de su mujer Sara. Abrahán es la figura
      bíblica del gran patriarca de la fe, reconocido como tal por judíos, cristianos y
      musulmanes. Estas religiones pueden tener un vínculo esencial común en el referente de
      Abrahán y en el paradigma de su acogida a los forasteros. 
      El proyecto de la Encina de Mambré
      puede ser una respuesta estructural y organizada al fenómeno de la inmigración por parte
      de la comunidad eclesial en el ámbito de la parroquia o de una comunidad cristiana de
      base. Ésta ha de poner a disposición del proyecto una vivienda ocupándose del
      mantenimiento de la infraestructura y de los servicios de esta casa habilitada para cuatro
      o cinco inmigrantes. De este modo la comunidad cristiana acoge a un número determinado y
      limitado de inmigrantes, a los cuales se les ofrece cobijo, mantenimiento y promoción
      personal durante un tiempo previamente establecido, pero también limitado y determinado,
      que puede durar entre seis y doce meses. 
      Los servicios parroquiales pueden convocar,
      formar y organizar un voluntariado para asumir las diversas tareas a realizar en la Encina
      de Mambré. Una comisión parroquial debe dirigir, gestionar y coordinar las tareas
      específicas de la casa. Es evidente que no se trata meramente de una acción asistencial
      con los inmigrantes, sino de una actividad permanente de promoción humana y de inserción
      social de un pequeño grupo de personas a las cuales se les sirve y se les atiende para
      que sean personas libres, autónomas y responsables en una sociedad de destino donde la
      comunidad cristiana, sin pretensiones proselitistas, proporciona una acción liberadora y
      profundamente transformadora de la situación personal y social de los hermanos
      inmigrantes.
      El servicio del voluntariado debe contar
      con tres grupos de voluntarios, uno para las tareas de mantenimiento de la vivienda, otro
      para la búsqueda, gestión y administración de puestos de trabajo temporales asumibles
      por los inmigrantes hospedados en la Encina de Mambré, y otro para las tareas de
      formación y promoción educativa de adultos inmigrantes. Este último grupo es el
      encargado de la enseñanza de la lengua del lugar de destino y de un programa básico de
      conocimiento del entorno social español. Creo sinceramente que en nuestras comunidades
      cristianas existe un potencial humano y espiritual extraordinario para llevar a cabo un
      proyecto de este tipo. Puede ser un programa en el que se integren voluntarios de todas
      las edades, jóvenes estudiantes universitarios, hombres y mujeres capaces de entender que
      la inmigración es un asunto social de gran envergadura que requiere una respuesta
      estructural y organizada por parte de las comunidades eclesiales al mismo tiempo que el
      compromiso sociopolítico por el reconocimiento de todos los derechos de los inmigrantes.
       
      José Cervantes Gabarrón, 
      sacerdote y profesor de Sagrada Escritura,
      director de la revista "Reseña Bíblica"