La política actual del gobierno ha ganado
terreno en su pretensión de legitimación de la Ley de Extranjería vigente en España.
Entre los datos ofrecidos por el Centro de Investigaciones Sociológicas en esta semana
resulta significativo que el sondeo muestre un incremento de personas partidarias de no
permitir la entrada de inmigrantes que no tengan un contrato de trabajo. Así piensa ya el
78,7% de los consultados, mientras que hace un año era sólo el 65%. A su vez sólo el
13% es partidario de la entrada de inmigrantes sin ningún obstáculo legal. Este dato es
un exponente más del efecto sociológico que actualmente está produciendo la estrategia
política y mediática vinculada a la entrada en vigor de una Ley de Extranjería que no
reconoce todos los derechos sociales a los inmigrantes y, de hecho, los condena a
sobrevivir en una precariedad inhumana. No es de extrañar que bajo este amparo
sociológico mayoritario se pueda cobijar cualquier representante del gobierno para
negarse al diálogo con los inmigrantes sin papeles. Éstos no son considerados como
ciudadanos sino sólo, y cuando convenga a los intereses económicos, como fuerza de
trabajo disponible.
Los textos bíblicos de este domingo
presentan dos situaciones humanas de opresión en las que la palabra de Dios suscita un
horizonte de vida y de liberación, como quien abre ríos en el desierto y caminos en el
mar. La primera es la de un pueblo oprimido y una multitud desterrada que vive en tierra
extranjera, en Babilonia en el s. VI a. C. La profecía poética de Isaías anuncia la
transformación radical de las condiciones sociales de los oprimidos (Is 43,16-21). Dios
va a impulsar algo nuevo, a veces casi imperceptible, pero real. Su intervención en la
historia es esencialmente liberadora y se lleva a cabo a través de personas concretas
que, percibiendo la necesidad de la justicia y la defensa de todo ser humano, comprometen
su vida a favor de los excluidos, de los explotados y de los condenados por las leyes de
los poderes económicos, políticos y religiosos. La segunda es el caso singular de una
mujer condenada a muerte según la ley por la hipocresía farisea (Jn 8,1-11). La
presencia liberadora de Jesús escribe una nueva página religiosa en la historia humana
al rehabilitar a la mujer maltratada por los hombres y condenada por la interpretación
machista de la ley. Al mismo tiempo Jesús desenmascara la mentira en la que viven los
fariseos que, ateniéndose a la legalidad vigente, sostienen un sistema social destructor
de la vida humana. Para Jesús el ser humano está por encima de toda ley generadora de
muerte y de exclusión. La desobediencia a una ley injusta, la nueva visión de la mujer y
la interpelación pacífica a los legalistas y tradicionalistas por parte de Jesús
complicaron aun más su vida. Pero hasta un pagano reconoció en la muerte de Jesús un
camino nuevo de justicia (Lc 23,47).
Por eso es digno de alabanza el sacrificio
denodado de quienes, aunque no sean mayoría, luchan por una legislación que reconozca
todos los derechos a los inmigrantes y desenmascaran cualquier manifestación de la
injusticia humana.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote y
profesor de Sagrada Escritura