"No oprimirás al emigrante"

La verdad, 24 de Octubre de 1999

 

Las migraciones constituyen una realidad social de primera magnitud en la configuración de nuestras sociedades, especialmente en Europa y Norteamérica. En la región murciana el fenómeno migratorio es sumamente relevante pues hace no muchos años la emigración hacia otros lugares del norte de España y de Europa era frecuente en amplios sectores de nuestra población. Ahora, sin embargo, se da el mismo fenómeno pero de signo contrario, ya que esta región se ha convertido en lugar de inmigración. El número de trabajadores inmigrantes, legales e ilegales, ronda los 17.000, cuyos trabajos en el sector agrícola resuelven el 30% de la mano de obra asalariada de dicho sector en esta comunidad autónoma. La mayor parte de ellos procede del Norte de África, a la vez que se constata un incremento de ecuatorianos, senagaleses y europeos orientales. La precariedad es el denominador común de las condiciones de vida de estas personas, pues los problemas laborales, sociales y de vivienda a los que siguen sometidos son tan acuciantes que, a pesar de los miedos que los acosan por parte de sus amos y empresarios, les ha llevado a hacer manifestaciones públicas de protesta ante los abusos e injusticias sufridos. No debe pasarnos desapercibido que los beneficiarios de estas situaciones indignas son siempre los que de algún modo ostentan el poder económico.

A esto hay que añadir que la política migratoria de cierre de fronteras vigente en Europa y en Estados Unidos sólo sirve para hacer de la inmigración un fenómeno clandestino que agrava los riesgos del éxodo de los emigrantes en su intento de emancipación, de lo cual las pateras y los espaldas mojadas son claros exponentes. El problema de la inmigración sólo se puede resolver en serio desde los países desarrollados asumiendo éstos la responsabilidad de hacer frente a una política internacional que canalice mejor las ayudas al desarrollo de los pueblos extremadamente pobres, destinando el 20% de la ayuda internacional, en vez del 10% actual, a programas sociales de educación, salud, nutrición y agua potable. Al mismo tiempo ha de ser una política que elimine las dificultades reales del crecimiento económico de los países empobrecidos mediante la condonación regulada de la deuda externa y la promoción de relaciones comerciales más justas entre los pueblos.

En el día del Domund, domingo en que la comunidad eclesial rememora especialmente su identidad misionera y aviva su compromiso de testimoniar la fe cristiana en el mundo, el libro del Éxodo nos revela al Dios liberador y compasivo que, al propiciar la salida del pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, genera un nuevo estilo de vida con nuevas formas de conducta plasmadas en normas reguladoras de las relaciones sociales propias de un pueblo libre y solidario. A este código de la Alianza pertenecen también los preceptos que orientan la actitud y el comportamiento con los extranjeros y con los pobres: "No oprimirás ni vejarás al emigrante... Si prestas dinero a un pobre que habita contigo no serás con él un usurero cargándole intereses" (Éx 22,20.25). Al Dios liberador que se manifiesta en contra de todo tipo de explotación del ser humano, de los pobres, de los emigrantes, de las mujeres, de las viudas y de los huérfanos, es a quien Jesús invoca como Padre. El evangelio de Mateo presenta en la polémica de Jesús con los fariseos y en el templo mismo de Jerusalén la novedad de la enseñanza de Jesús, la cual no consiste sólo en referir la excelencia de los mandamientos del amor a Dios (Dt 6,5) y del amor al prójimo (Lv 19,18), sino en haberlos unido y asimilado haciendo de cada uno de ellos el criterio de verificación del otro (Mt 22,34-40), de modo que es del todo impensable una experiencia cristiana que prescinda o descuide alguna de estas dos dimensiones. Ante el gran problema de la inmigración, por amor a Dios y al prójimo, los creyentes debemos promover y apoyar los planteamientos políticos que favorezcan las condiciones sociales de los inmigrantes y el desarrollo de los países empobrecidos.