"¡Hoy ascendemos!"

La Verdad, 1 de Junio de 2003

 

El tema estrella de hoy en los ambientes futbolísticos de nuestra región es el ascenso del primer equipo de la capital. Si éste gana el partido de esta mañana se logra el objetivo. Auguramos que esto suceda en el mejor espíritu deportivo y que Murcia pase a tener su club de fútbol en la primera fila del deporte español. Pero esto no pretende ser un artículo deportivo, sino una reflexión sobre el domingo de la Ascensión y lo que ésta tiene de ascenso en nuestras vidas. Un ascenso consiste en una subida y, en el mundo laboral y profesional, constituye una promoción a mejor empleo o a mayor rango. Es el paso de un nivel inferior a otro superior, y dicho cambio lleva consigo mejoras sustanciales en las condiciones de la vida humana y social. Un ascenso conlleva generalmente un aumento de sueldo, un mejor puesto, mayor reconocimiento social, el avance en la consecución de cotas de poder en cualquier ámbito. Por eso el ascenso es uno de los móviles fundamentales de la conducta y una constante en las aspiraciones legítimas de los seres humanos.

Sin embargo, desde el punto de vista moral, hay que estar muy atentos para que  los ascensos no se conviertan en metas absolutas de las aspiraciones humanas. Cuando esto ocurre se suelen generar comportamientos abusivos e injustos, de desprecio o menosprecio de otras personas. Quien a toda costa sólo quiere medrar suele utilizar a los otros como trampolín para su propio salto. Tanto en el ámbito profesional como en el campo político, como en el mundillo eclesiástico, el carrerismo banal es lamentablemente el pan nuestro de cada día.  

Hoy se celebra en la Iglesia el día de la Ascensión, que invita a la contemplación del definitivo ascenso de Jesús, el crucificado, al máximo nivel, el divino. En realidad se trata de la misma celebración de la resurrección de Jesucristo en el tiempo pascual con unas categorías mentales distintas. Así como la resurrección es la presentación de la victoria de Cristo sobre el mal y la muerte con un esquema temporal, la ascensión es la representación espacial de ese mismo triunfo de Cristo, que, tras abrir el sepulcro con su resurrección, es elevado al cielo junto al Padre y participa de su misma gloria. El doble relato lucano de la Ascensión (Lc 24,50-51; Hch 1,3-11) y la alusión a la misma en el epílogo tardío de Marcos (Mc 16,19) destacan la exaltación gloriosa de Jesús, mediante el paso de la tierra al cielo, siguiendo los patrones de composición literaria y teológica del Antiguo Testamento, a saber, la humillación y exaltación del siervo de Dios (Is 53), la glorificación del justo sufriente (Sab 5,1-5), la entronización real del mesías (Sal 110,1) y la elevación del desvalido y del pobre (1 Sam 2,6-10).

Es significativo el hecho de que esos ascensos son realizados siempre por Dios. No se trata de un ascenso conseguido sino otorgado por Dios. También con Jesús ocurre lo mismo, lo cual revela el profundo carácter teológico de la ascensión, pues el Dios de Jesús es el Dios que levanta del polvo al indigente (Sal 113,7). En la ascensión de Jesús, Dios ha exaltado su persona y ha marcado su vida de entrega hasta la muerte con el sello eterno del amor que da vida y la comunica a todos los seres humanos. La ascensión no es la desaparición de Jesús de esta tierra, sino el culmen de su paso por ella. Es la llegada al final de un camino en el que todos estamos embarcados, como cuerpo suyo que somos. La ascensión es una fiesta de esperanza puesto que con Cristo se hace viable la ascensión de todo ser humano para ser y vivir con la dignidad de hijos de Dios. Con Cristo que nos precede hasta el Padre Dios todos ascendemos.

Por ello los apóstoles y los testigos de Jesús tienen como misión primordial anunciar el itinerario de Jesús hasta la cruz como camino de salvación para la humanidad, sabiendo que sólo actuando como él, será posible hacer frente a todo mal que amenaza al hombre, a la violencia asesina, a las injusticias sociales, a los procesos de exclusión de las personas y pueblos más pobres, a la desigualdad en el reparto de los medios y bienes de la tierra. Este día constituye una llamada para difundir este Evangelio, de modo que se haga viable la ascensión de toda la humanidad, mirando más al suelo que al cielo, más al prójimo que a las nubes, pisando tierra con realismo y no embobados por una religión alienante. La ascensión de Jesús infunde un nuevo brío y capacita a los creyentes para enfrentarse a toda fuerza diabólica y destructiva del ser humano con la fuerza del Evangelio. Si nos abrimos a este mensaje, entonces sí que ascenderemos todos como seres humanos y como cristianos en el movimiento irreversible de Cristo hacia el Padre.

José Cervantes Gabarrón,
sacerdote y profesor de Sagrada Escritura,
director de la revista "Reseña Bíblica"