Quisiera proponer hoy al lector el juego de las adivinanzas.
Un
elemental balance sobre la injusta invasión de Irak, que ya se da
por terminada, debe empezar por el recuento de las víctimas. No
hay que esperar a conocer las cifras definitivas para constatar
que son miles las personas que han muerto en ella, muchas de ellas
civiles, niños y mujeres. Y son centenares los heridos y mutilados
que llevarán en sus cuerpos de por vida la firma del terror. Me
pregunto quién será responsable de la sangre de esas víctimas. Hay
algunos que inculpan a Husein de las víctimas de la guerra
provocadas por las fuerzas aliadas. Quienes piensan así son los
que funcionan con la misma extraña lógica de los terroristas
etarras cuando éstos responsabilizan al Estado español de los
horrendos asesinatos que ellos perpetran... Yo más bien creo que
los responsables de todas esas víctimas en Irak son otros. Y ésta
es una responsabilidad que no se puede eludir ni echar en el cajón
del olvido por mucho que ahora los aliados estén ocupados en la
reconstrucción de Irak. (¿Cómo olvidar al niño mutilado, sin
brazos y cubierto de quemaduras, cuya imagen han difundido los
medios de comunicación durante esta semana santa?). En nuestras
sociedades democráticas hay un deber moral y político que es
reivindicar el derecho a la vida de los que ya han muerto como
víctimas inocentes. Quienes conculcan este derecho deben asumir
esa responsabilidad y atenerse a sus consecuencias.
Un analista social de nuestro tiempo identifica y analiza la
figura del "idiota moral" en las sociedades actuales a
partir del fenómeno del asesinato de masas. A juicio de N.
Bilbeny, este mal tiene su causa en la apatía moral de
seres inteligentes. Éstos no son meramente "necios" ni simplemente
"idiotas", sino idiotas morales. El idiota moral no es
tanto un transgresor deliberado del bien cuanto alguien que se ha
sustraído a él. Está retirado en su fortaleza privada, indiferente
a razones y hechos. Lo más parecido en la literatura es la figura
de Macbeth, que, más que odio a la vida o amor a la muerte, lo que
siente es indiferencia por una y otra. Militar valeroso y
obediente dispuesto a ascender a cualquier precio, se sirve de
mentiras y vive del juicio ajeno. No ama el mal, sino la imagen de
sí mismo haciendo el mal. Insensible al mal de los demás, le
preocupa la imagen de sí mismo que le devuelvan los otros. El
nazismo dio vida al tétrico Macbeth, no tanto en la persona
delirante de Hitler como en la del mariscal Hermann Göring, que
organizó la Luftwaffe y la Gestapo y fue el máximo responsable de
todos los crímenes juzgados por el tribunal de Nürnberg.
Entre los rasgos principales del idiota moral destacan la
insensibilidad, la falta de afecto y la incapacidad para
sentir angustia ante el mal de los otros. En esto consiste la
apatía moral. El psicópata puede conocer la ley y
simultáneamente ser incapaz de asimilarla. El psicópata moral
comprenderá que una acción es un crimen, pero no siente ni
resiente sus consecuencias. No siente ni siquiera vergüenza por el
crimen cometido o propiciado. Arenga descaradamente a sus
seguidores a vivir sin vergüenza y a cabalgar sobre los muertos
pues, según él, la vida continúa (aunque no la de todos). El
psicópata moral sabe lo que dice, pero no lo que hace.
Ahora el juego consiste en adivinar el nombre de, al menos,
tres idiotas morales de nuestro tiempo.