"Qué queremos de Jesús"
La Verdad, 26 de Octubre de 2003

 

El episodio de la curación del mendigo ciego de Jericó (Mc 10, 46-52), que hoy se lee en las comunidades católicas, nos permite hacer un par de consideraciones acerca de su verosimilitud histórica e importancia teológica en el evangelio de Marcos.

El análisis de su historicidad, siguiendo la diversidad y convergencia de los criterios vigentes actualmente en el estudio científico de los evangelios, permite reconocer que la curación del ciego Bartimeo es un relato, con toda probabilidad, de carácter histórico. A esta conclusión se puede llegar si se tiene en cuenta la referencia por duplicado a un beneficiario concreto (el hijo de Timeo), la vinculación precisa de este hombre al lugar de la salida de Jericó, la mención explícita de dos expresiones en lengua aramea (el nombre Bartimeo y el tratamiento de Jesús como Rabuni -maestro-) y, sobre todo, la concepción arcaica del taumaturgo Jesús como Hijo de David. Este último dato es, según J.P. Meier y tal como apunta R. Aguirre, la reliquia de una cristología judía muy primitiva que no tuvo éxito después en la tradición cristiana pero refleja el estadio antiquísimo de su origen judío palestinense. Esta tradición atribuía a Salomón, el verdadero hijo de David, una gran reputación como exorcista y sanador, que se remontaría hasta el siglo I d. C., según se deduce tanto del historiador Flavio Josefo como del apócrifo tardío Testamento de Salomón. Por tanto se podría tratar de una alusión que tendría su contexto originario en la misma época del Jesús histórico.

Sin embargo, la trascendencia de este milagro de Jesús radica en su profundo significado desde la fe cristiana. En la presentación evangélica de este encuentro liberador del ciego con Jesús es fácil percibir la connotación de una catequesis bautismal. La recuperación de la vista se vincula al bautismo como iluminación de la vida y el abandono del manto por parte del ciego representa la ruptura con el pasado para comenzar una vida nueva. La correlación existente entre el oír y el creer del ciego, y, a partir de su encuentro personal con Jesús, la recuperación de la visión y el ulterior seguimiento de Jesús en su camino a Jerusalén, convierten al ciego Bartimeo en el tipo del perfecto discípulo de Jesús.

Además, en el evangelio de Marcos este relato es la conclusión de una sección más amplia (Mc 8,22-10,52). En ella Jesús ha enseñado que el camino del Mesías pasa por el rechazo de las autoridades, por la cruz y por la incomprensión de los mismos discípulos al oír los anuncios de la pasión. Jesús reprocha a los discípulos su ceguera y su incapacidad para comprender el sentido de su persona y de su camino. Entre el Mesías del servicio hasta la cruz del que habla Jesús y el Mesías convencional del poder esperado por los discípulos existe un abismo. La pregunta de Jesús a los hijos de Zebedeo y al ciego de Jericó es la misma: «¿Qué quieres que haga por ti?» (Mc 10,36.51), pero la respuesta es radicalmente opuesta. Los primeros manifiestan su obcecación por aspirar a los primeros puestos del escalafón y su comprensión de Jesús en clave de poder, mientras que el ciego Bartimeo muestra su fe y su comprensión de Jesús como Mesías del servicio que tiene potestad para darle una nueva visión e introducirlo en un nuevo camino vital que le llevará al seguimiento de su mismo camino de servicio y de entrega a los demás. Nos podríamos preguntar cuál sería nuestra respuesta personal a esa interpelación de Jesús.

 

José Cervantes Gabarrón,
sacerdote y profesor de Sagrada Escritura,
director de la revista "Reseña Bíblica"