"Jesús quebranta las medidas preventivas"

La Verdad, 16 de Febrero de 2003

 

 

La curación del leproso por parte de Jesús es un signo revelador del Reino de Dios que él ha anunciado e inaugurado (Mc 1,39-45). La enfermedad maldita de la lepra era motivo de exclusión de la comunidad israelita por razones de impureza y de prevención de su transmisión. Así aparece legislada la actuación con los enfermos de lepra en el libro bíblico del Levítico (Lv 13) y así fue desarrollada posteriormente en las legislaciones rabínicas de la Misná. El leproso era, de hecho, como un muerto en vida.

 

En ese contexto social y religioso de exclusión de los enfermos de lepra por razones de seguridad y de prevención, interviene Jesús de manera provocadora. Un leproso no podía acercarse a nadie y todo lo que tocaba quedaba impuro. Por eso tenía que vivir fuera de los poblados y advertir de su presencia por dondequiera que pasaba. En cambio para Jesús el leproso es, sobre todo, un marginado y excluido de la comunidad que necesita ayuda. El amor de Jesús hacia el leproso le conmociona profundamente, le remueve sus entrañas de misericordia. Entonces extiende su mano, lo toca y le devuelve la salud. Sin embargo más importante incluso que la recuperación de la salud fue la recuperación de la dignidad como persona liberada de la marginación a la que estaba sometido por la legislación vigente. El que había sido leproso quedó limpio y reincorporado a la sociedad.

 

Jesús desobedeció la ley y quebrantó todas las medidas preventivas. La reacción de Jesús merece gran atención. En vez de temer al contagio y a contaminarse con la impureza del leproso, él sintió una gran convulsión interior al ver el sufrimiento cruel del enfermo marginado. En lugar de velar por su propia seguridad y de protegerse ante la presencia de una supuesta amenaza a la salud pública y al control social de la misma, Jesús se mueve en otro sentido y tiende su mano al excluido. Había visto en el leproso al ser humano sufriente, indigente y necesitado de ayuda, maltratado y oprimido por la ley. La intervención de Jesús es digna de admiración en toda su extensión. Tan admirable como el efecto de la curación es la acción sorprendente y extraordinaria de tocar al leproso. El prodigio de Jesús ha consistido en romper con una ley de exclusión y marginación del ser humano y saltarse a la torera las medidas preventivas de seguridad para poner al necesitado en el centro de mira de su amor. Tal actuación de Jesús es una señal inequívoca de la llegada del Reino de Dios a este mundo. Por aquí va el cambio de mentalidad que el evangelio reclama.

 

Este evangelio puede ayudar a tomar postura contra la guerra que se anuncia. Cuando uno se asoma a Irak y ve a sus gentes lo que realmente se encuentra, como han dicho los inspectores de la ONU, es a un pueblo diezmado en la miseria, en el hambre y la pobreza. Se trata de miles de seres humanos inocentes y necesitados que sufren, por una parte, la tiranía de un líder político cuyo régimen conduce a su pueblo a la muerte, y por otra, la amenaza de una intervención militar norteamericana y de sus aliados. Un clamor multitudinario se dejaba oír ayer en las calles y plazas de la vieja Europa y de los Estados Unidos para proclamar a voz en grito: ¡No a la guerra! La población iraquí es inocente. Por ello una ofensiva militar contra Irak es injusta. En vez de una guerra es mejor tender la mano y seguramente así se encontrará el sendero hacia la paz.

 

José Cervantes Gabarrón,
sacerdote y profesor de Sagrada Escritura,
director de la revista "Reseña Bíblica"