"El Evangelio reclama un cambio de mentalidad"

La Verdad, 26 de Enero de 2003

 
En las celebraciones dominicales de este año se leerá en las iglesias el Evangelio de Marcos. El texto de hoy (Mc 1,14-20) presenta claves fundamentales para la lectura de esta obra marcana. "Jesús fue predicando el Evangelio de Dios y diciendo: Se ha cumplido el plazo y se ha acercado el Reino de Dios; convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1,14-15). La identidad de Jesús como Mesías e Hijo de Dios y su vinculación con el Reino de Dios constituyen el misterio del evangelio que Marcos pretende desentrañar y revelar como buena noticia. El mensaje inicial de Jesús tiene un doble contenido. Un anuncio y un mandato. Primeramente su predicación consiste en el anuncio de una realidad inminente y gratuita, la cercanía del Reino de Dios, cuya llegada próxima es un hecho irreversible y definitivo. En segundo lugar, su predicación insta a todos sus oyentes a la auténtica conversión que orienta la vida según el Evangelio.

El anuncio del Reino, como don imparable de parte de Dios, es una realidad viva y dinámica, que nada ni nadie puede detener. Su definitiva proximidad es una propuesta abierta y universal para que la humanidad participe en la salvación que Dios le ofrece. Pero no dice por ahora el evangelio qué es el Reino, ni dónde está, ni en qué consiste. En todo caso es algo que viene dado por Dios, pues se trata de una realidad que tiene en él su origen. Del contexto inmediato posterior se puede deducir que el Reino está vinculado a la actividad liberadora de Jesús en favor de los oprimidos y excluidos, de los enfermos y marginados, y en abierta oposición a las instituciones religiosas de su tiempo. La autoridad de Jesús puesta al servicio del hombre anula el poder de los dirigentes de la sinagoga y antepone la atención al ser humano necesitado por encima del respeto a la ley y al sábado. Ese dinamismo liberador del hombre respecto a cualquier estructura opresora fue iniciado con la actuación de Jesús y es la fuerza imparable del Reino de Dios, que, como una semilla diminuta, va creciendo y desarrollándose en la historia.

El mandato contenido en el mensaje de Jesús deja la puerta abierta para que toda persona pueda entrar en el dinamismo del Reino, que es como un torrente de vida nueva, capaz de conducir a la humanidad por los senderos de la justicia, de la fraternidad y de la paz. La llamada a la conversión conlleva principalmente un cambio de mentalidad, una visión nueva de la vida, del hombre y de la sociedad. El verbo griego subyacente refleja esa transformación total de la mente. Es la metanoia que implica creer en el evangelio como Buena Noticia. Pero la invitación que hace el texto de Mc 1,15 no es sólo a creer en Dios, sino a creer que la persona de Jesús, su mensaje y su obra de liberación, su misión profética conflictiva y su destino de muerte violenta e injusta constituyen paradójicamente la Buena Noticia de la salvación para los seres humanos. En la acogida de su palabra, en la vivencia de su presencia y en el seguimiento radical de sus pasos se vive el dinamismo del Reino de Dios.

Mas el paso decisivo para convertirse en discípulo de Jesús y participar del Reino, no será otro que reconocer en él al Hijo de Dios, cuando, como el centurión (Mc 15,39) contemplemos su muerte en la cruz.

Sólo con esta reorientación de la mirada y de la perspectiva hacia Jesús en la cruz y, con él, hacia todas las víctimas de la injusticia y los sufrientes de este mundo se producirá en nosotros la auténtica metanoia o conversión que pide el Evangelio.

José Cervantes Gabarrón,
sacerdote y profesor de Sagrada Escritura,
director de la revista "Reseña Bíblica"