"Amós, un profeta para nuestro tiempo"

La Verdad, 13 de Julio de 2003

 

El testimonio del profeta Amós se remonta al siglo VIII a. de C. Su mensaje puede parecernos muy lejano si nos fijamos en el tiempo en el que escribió, pero, dadas las circunstancias de su entorno social y religioso y su posible parangón con los problemas que vivimos en nuestro mundo, podríamos pensar que se trata de uno de los profetas con los pies bien firmes sobre nuestra tierra.

Amós es el primer profeta bíblico que nos transmitió su mensaje por escrito. No sabemos en qué año nació ni cuándo murió. Nació en Tecoa, una ciudad pequeña a 17 Km al sur de Jerusalén. Era pastor y agricultor de profesión. Pero Dios lo llamó a desempeñar su misión profética en el Reino del Norte de Israel. Allí reinaba Jeroboam II (782-753) que fue un gran militar, que ensanchó la frontera norte de Israel, derrotó a Damasco y se anexionó territorios en Transjordania. La economía progresó mucho durante su reinado gracias al comercio de las caravanas, al desarrollo de la industria textil y a la explotación de minas de cobre. Fue una época de esplendor macroeconómico desconocida desde los tiempos de Salomón.

Al mismo tiempo existían grandes problemas sociales, sobre todo, la terrible opresión de los pobres, víctimas de los terratenientes, de los potentados y de la corrupción en los tribunales de justicia. Era un tiempo de grandes injusticias y de un contraste brutal entre ricos y pobres.

Un pequeño agricultor estaba a merced de los prestamistas que los exponían a la hipoteca, al embargo y a la esclavitud. Este sistema empeoraba por la ambición de los ricos y comerciantes, que aprovechaban las fianzas dadas por los pobres para aumentar sus riquezas. Se falsificaban los pesos y medidas, se recurría a trampas legales y se sobornaba a los jueces. Mientras tanto la situación de los empobrecidos era cada vez más dura.

En el ámbito religioso la corrupción religiosa era la nota dominante. Los santuarios estaban en plena actividad, repletos de adoradores y magníficamente provistos, pero la religión había perdido toda su credibilidad. Muchos santuarios eran abiertamente paganos, fomentando los cultos de fertilidad y la prostitución sagrada. Otros, los santuarios yahvistas, cumplían una función negativa: apaciguar a la divinidad con ritos y sacrificios que garantizaban la tranquilidad de conciencia y el bienestar del país.

El profeta Amós denunció esta trágica situación. La novedad de su mensaje consistió en el rechazo del reformismo para dar paso a la ruptura total con las estructuras vigentes: Todo el sistema está podrido, el muro de Israel está abombado y no puede mantenerse en pie; “es un cesto de higos maduros, maduros para el fin” (Am 8,1-3). La denuncia de los pecados concretos del lujo, la injusticia, el culto, y la falsa seguridad religiosa constituye el centro de su intervención profética. Pero fue su crítica mordaz a las instituciones la que le valió la oposición del sacerdote Amasías y del rey (Am 7,10-17). Amós, con la libertad radical de los profetas, ponía el dedo en la llaga al desvelar que la raíz del mal social estaba sobre todo en las instituciones: El culto religioso y el poder político y judicial eran los responsables principales de la injusticia por fomentar una idea de Dios errónea y tranquilizar la conciencia de los opresores. La firmeza de Amós frente a las instituciones políticas y religiosas es un ejemplo de actuación profética en nuestros días.

 

José Cervantes Gabarrón,
sacerdote y profesor de Sagrada Escritura,
director de la revista "Reseña Bíblica"