El testimonio del
profeta Amós se remonta al siglo VIII a. de C. Su mensaje puede
parecernos muy lejano si nos fijamos en el tiempo en el que
escribió, pero, dadas las circunstancias de su entorno social y
religioso y su posible parangón con los problemas que vivimos en
nuestro mundo, podríamos pensar que se trata de uno de los
profetas con los pies bien firmes sobre nuestra tierra.
Amós es el primer
profeta bíblico que nos transmitió su mensaje por escrito. No
sabemos en qué año nació ni cuándo murió. Nació en Tecoa, una
ciudad pequeña a 17 Km al sur de Jerusalén. Era pastor y
agricultor de profesión. Pero Dios lo llamó a desempeñar su misión
profética en el Reino del Norte de Israel. Allí reinaba Jeroboam
II (782-753) que fue un gran militar, que ensanchó la frontera
norte de Israel, derrotó a Damasco y se anexionó territorios en
Transjordania. La economía progresó mucho durante su reinado
gracias al comercio de las caravanas, al desarrollo de la
industria textil y a la explotación de minas de cobre. Fue una
época de esplendor macroeconómico desconocida desde los tiempos de
Salomón.
Al mismo tiempo
existían grandes problemas sociales, sobre todo, la terrible
opresión de los pobres, víctimas de los terratenientes, de los
potentados y de la corrupción en los tribunales de justicia. Era
un tiempo de grandes injusticias y de un contraste brutal entre
ricos y pobres.
Un pequeño
agricultor estaba a merced de los prestamistas que los exponían a
la hipoteca, al embargo y a la esclavitud. Este sistema empeoraba
por la ambición de los ricos y comerciantes, que aprovechaban las
fianzas dadas por los pobres para aumentar sus riquezas. Se
falsificaban los pesos y medidas, se recurría a trampas legales y
se sobornaba a los jueces. Mientras tanto la situación de los
empobrecidos era cada vez más dura.
En el ámbito
religioso la corrupción religiosa era la nota dominante.
Los santuarios estaban en plena actividad, repletos de adoradores
y magníficamente provistos, pero la religión había perdido toda su
credibilidad. Muchos santuarios eran abiertamente paganos,
fomentando los cultos de fertilidad y la prostitución sagrada.
Otros, los santuarios yahvistas, cumplían una función negativa:
apaciguar a la divinidad con ritos y sacrificios que garantizaban
la tranquilidad de conciencia y el bienestar del país.
El profeta Amós
denunció esta trágica situación. La novedad de su mensaje
consistió en el rechazo del reformismo para dar paso a la ruptura
total con las estructuras vigentes: Todo el sistema está podrido,
el muro de Israel está abombado y no puede mantenerse en pie; “es
un cesto de higos maduros, maduros para el fin” (Am 8,1-3). La
denuncia de los pecados concretos del lujo, la injusticia, el
culto, y la falsa seguridad religiosa constituye el centro de su
intervención profética. Pero fue su crítica mordaz a las
instituciones la que le valió la oposición del sacerdote Amasías y
del rey (Am 7,10-17). Amós, con la libertad radical de los
profetas, ponía el dedo en la llaga al desvelar que la raíz del
mal social estaba sobre todo en las instituciones: El culto
religioso y el poder político y judicial eran los responsables
principales de la injusticia por fomentar una idea de Dios errónea
y tranquilizar la conciencia de los opresores. La firmeza de Amós
frente a las instituciones políticas y religiosas es un ejemplo de
actuación profética en nuestros días.